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El museo del azulejo. Un reflejo de la tradición portuguesa
Cuando observamos la cultura de Portugal pensamos en las similitudes con España. La historia, el campo, los embutidos y quesos, las horas de sol e incluso el idioma… pero en cada punto tendríamos que matizar. Portugal tiene su propia manera de ver la vida y eso se refleja en sus tradiciones. Una de ellas es la fabricación de azulejos, un elemento constructivo muy útil pero también una manera de decorar las casas, especialmente en el corazón de la capital. Hoy vamos a adentrarnos en un museo muy querido por los lisboetas, pues refleja como ninguno una de sus mayores costumbres. ¿Quieres conocer más? Sigue leyendo…
Un poquito de historia
El museo del Azulejo tiene solamente 40 años de antigüedad, aunque el edificio proviene del siglo XVI, cuando se inauguró en el año 1509. El edificio se había levantado para albergar un convento de monjas franciscanas descalzas, al que dieron el nombre de Convento de la Madre de Dios. Lo más destacable de aquel periodo fue el levantamiento de la iglesia, donde las religiosas prácticamente hacían su vida, hasta las posteriores remodelaciones para el conjunto del convento, añadiéndose el claustro, las huertas y los árboles frutales que hacían de este rincón uno de los más bellos de la ciudad.
Aunque su época de esplendor se vivió a finales del siglo XVII cuando además de adicionarse un segundo claustro, se redecora la iglesia. Además de cuadros y azulejos de la escuela flamenca, la decoración se convierte en algo rimbombante pues el oro, proveniente de Brasil, cubrió por completo los techos, paredes y columnas. Más tarde el terremoto de 1755 destroza parte del templo, pero la iglesia es de nuevo redecorada, con más oro, por lo que esta iglesia ya barroca se convierte en uno de los iconos de la ciudad y que podemos apreciar hoy día en toda su grandiosidad.
El convento de la madre de Dios verá su final con la extinción de las órdenes religiosas en 1834 y ya a finales de siglo, en 1896 se convierte en un edificio civil, el asilo de María Pía. Y es que, tras varias obras de mejora y adaptación, el lugar se decora con muchos azulejos provenientes de antiguos templos o edificios expropiados al clero. Gran parte de la azulejería se guarda en cajas por muchos años, hasta que a mediados del siglo XX el lugar se convertirá en el espacio donde homenajear a la fundadora del edificio, la reina Leonor. Más tarde las piezas se registran y las autoridades deciden enseñar todo el esplendor del azulejo portugués en un museo.
¿A que no lo sabías?
Al lado de la capilla que lleva su nombre, está enterrada la reina Leonor, fundadora del Convento, pero también de la Casa de la Misericordia, una institución caritativa que sigue ayudando a los portugueses más humildes desde hace 5 siglos. Se fundó en la catedral, pero tuvo su sede en la iglesia manuelina de la Conceiçao, la entrada al barrio de Alfama.
El trabajo del barro
Además de la importancia histórica del edificio, el Museo do Azulejo alberga colecciones de azulejería portuguesa desde el siglo XV hasta nuestros días. En todas las salas se muestran impresionantes piezas de colores únicos pero que tienen algo en común, el desarrollo y evolución de las técnicas de fabricación. También se puede apreciar como las primeras cerámicas estaban destinadas a la construcción de edificios y más tarde serán meros objetos decorativos. Si en un principio tapaban humedades, más tarde encarecían los edificios donde eran colocados, especialmente en las casas del centro de Lisboa.
Si seguimos el recorrido marcado por el museo, conoceremos las piezas más antiguas y cómo se fabricaron. La colección empieza con el pavimento hispanomusulmán, sigue en el renacimiento y la profusa decoración barroca, llevándonos más tarde al rococó y a la azulejería modernista.
El estampillado, los moldes, la cocción y la aplicación de pigmentos de color son sin duda el gran atractivo del museo junto al propio edificio, la iglesia y sus claustros. A su vez, las tres plantas del museo nos llevan por los momentos más importantes de la historia portuguesa. En las instalaciones se narra el proceso de cambio desde los primeros paneles hechos con técnicas recibidas de la herencia árabe, hasta la impresión de litografías o imágenes en los mismos azulejos ya en los últimos doscientos años. El color azul de la mayoría de las piezas tiene mucho que ver con las relaciones entre Portugal y China, así como el intercambio cultural con los artistas de los países bajos en la Edad Moderna. Además, en la planta superior del claustro se pueden apreciar obras de artistas tan reconocidos como Bordalo Pinheiro o Jorge Barradas, alma de las Bellas Artes contemporáneas.
La pieza clave
En la última planta se encuentra el mural de Lisboa. Un conjunto de azulejos pintados en azul con más de 23 metros de largo y que reflejan la imagen de la ciudad antes del famoso Terremoto de 1755. En este panel podemos observar cómo era Lisboa, sus iglesias y edificios monumentales, así como la configuración de sus calles. Es el mejor lugar de la ciudad para entender la transformación de la ciudad de las siete colinas tras el seísmo. La explicación se complementa con pequeños carteles que indican el estado de los edificios, observando que fueron pocos los que resistieron a más de nueve grados en la escala Richter.
Monumentos como el Monasterio de los Jerónimos o la Torre de Belém prácticamente no fueron alterados como puede apreciarse en el panel y en una visita a los mismos, ya que los puedes disfrutar en todo su esplendor en nuestro Tour de Belém y el Tajo, un imprescindible para conocer la esencia de Lisboa. También podrás observar cómo estaban las torres de la Catedral, y comparar con la actualidad en el Tour de Alfama y Mouraria.
Cómo llegar y qué hacer
El museo del azulejo se encuentra en la Rua Madre de Deus número 4, la entrada del barrio de Xábregas, una zona alejada del centro, pero de fácil acceso tanto si vas en transporte público, como si quieres caminar desde el barrio de Alfama. Aprovecha tu visita para conocer el taller de Bordalo II, un artista contemporáneo cuyas obras están hechas con materiales reciclados.
La mejor manera de llegar es con el autobús 759 que puedes tomar desde la plaza de Restauradores, la plaza de Rossio o la Rua da Prata en la Baixa pombalina. El precio es de dos euros por trayecto y te saldrá “gratis” si has recargado tu tarjeta zapping (aquí te contamos cómo). Recuerda que la dirección para ir es Oriente y para volver Restauradores, fíjate bien en el cartel sino quieres acabar en la otra punta de la ciudad. Otra opción es tomar la línea 728, con parada en la Plaza del Comercio, pregunta a nuestros guías si tienes dudas.
Cuando llegues observarás una impresionante puerta manuelina, similar a las del Monasterio de los Jerónimos, con dos columnas en espiral y cuyos motivos decorativos son los escudos de Portugal y la esfera armilar tan presente en el barrio de Belém. Solo tendrás que acceder al cercano patio y adquirir tu entrada, que tiene un coste de 5 euros, y la mitad para jubilados, estudiantes o poseedores del Carné Juvenil Europeo. Los menores de 12 años pueden visitar el museo gratuitamente. Los horarios han disminuido debido a la pandemia mundial y actualmente abre de 11 a 16 de martes a domingo.
Una opción recomendable es almorzar en el restaurante del museo, rodeado de vegetación, aunque los precios suelen ser altos. En los alrededores también puedes comer bien y, aunque hay poca oferta, los restaurantes tienen precios populares y abundantes raciones.
Regresa hasta la Plaza del Comercio para seguir viviendo en profundidad toda la historia, costumbres y anécdotas de la capital. No dudes en preguntar a nuestros guías como moverte por la ciudad y sobre todo disfruta de la mejor compañía en los Tours que tenemos programados para ti. Un paseo por la Baixa y el Chiado; la aventura de los descubridores y los monumentos Patrimonio de la humanidad en Belém y además las calles más pintorescas y el color de Mouraria y Alfama… ¿Te lo vas a perder? ¡Reserva ya!